
el Macho Ramírez, sin filtros
Una entrevista que se planeó como un simple artículo para publicar en el sitio web oficial de Alajelance se convirtió en algo mucho más profundo y significativo. La conversación fue honesta y sincera, llena de introspección, y libre de frases vacías que muchas veces se ven en el medio. Accar “El Maco” Ramrez no vino para hablar de trofeos, logros o gloria pasada; su objetivo era compartir cómo regresó a un lugar que siempre ha sido su hogar. Este regreso a su esencia lo conecta de manera profunda con su auténtica pasión: su entusiasmo por enseñar, observar y construir en el silencio, lejos del bullicio de la competencia.
En sus palabras, “no quería dirigir de nuevo …” y relató cómo sus pesadillas después de retirarse se limitaban a una granja. Esa era su otra pasión, su deseo de terminar su vida dedicándose a la siembra, en tranquilidad. Llega a mencionar que cultiva cítricos, como naranjas y limones. “El aroma me transporta a mi infancia. Creo que esa etapa es la más hermosa de la vida,” dice con nostalgia.
Sin embargo, algo cambió en su perspectiva.
Al recordar, dice: “Entré en el auto … y Bichito revivió“. Pasó tiempo con los más jóvenes, observó ligas menores y revivió un sueño olvidado: la ambición y la competición. “Pensé que podría ayudar. No por nostalgia, sino por convicción. Estos chicos sienten esa pasión y tienen que canalizarla por medio de la dirección adecuada,” asegura.
Juego más especial: no se le da una sola instrucción
El entrenador, quien ha contribuido a la liga con cinco títulos, no escoge un momento especial solo por sus trofeos. Su respuesta es sorprendentemente diferente.
“El juego más memorable fue contra Hediano. Estábamos siendo superados y no recibimos instrucciones. Los jugadores, él mismo decidió implementar una estrategia 4-4-1, llegando al medio tiempo con un marcador de 2-0 en contra. En ese instante, le dije a mi asistente Maritio Montero: este es un juego con el que soñé. No fue por ninguna razón específica, sino porque los jugadores entendieron todo con rapidez. Observé su reacción y el resultado final fue un 3-0 a nuestro favor. Esa es una gran satisfacción,” recuerda con una sonrisa.
Su expresión cambió al recordar cómo los jugadores levantaban sus manos en celebración, y cómo el juego los transformó en héroes. “Vi a todos comprometidos y disfrutando del fútbol desde una nueva perspectiva,” añade, resonando la emoción de aquel día.
Hombre de hoy: bajas vueltas, más claridad
Después de haber dirigido en una Copa Mundial y mantenerse alejado de la banca durante años, Ramrez se siente como una persona diferente. Ahora se enfrenta a su rol con una nueva visión. “Antes tenía un enfoque más rígido, pero ahora me he vuelto más accesible. Uno madura con el tiempo y eso lo transforma a uno. Anhelar cosas es simplemente perder el tiempo; ahora elijo ser más práctico y realista,” reflexiona.
Ramrez no lo menciona con arrogancia, sino con la serenidad de alguien que ha vivido lo suficiente para llegar a conocerse mejor. “Hoy soy un reflejo de mi camino. Me apoyo en un gran equipo de colaboradores y entrenadores. Wardy Alfaro y Brian Rouz son piezas clave. Hoy, tras ver un video, Wardy instantáneamente comprendió mi idea. Expongo lo táctico y al día siguiente ya está todo listo. Antes encontré dificultades en el proceso; ahora lo disfruto por completo.”
La colaboración con Brian y Wardy fue fundamental para su regreso. “Viajé a Brasil con Wardy y aprecio su talento. Brian aporta experiencia y conocimiento. Son un apoyo invaluable. Me ayudaron a tomar la decisión de regresar, incluso si no estaba convencido al principio.”
Tolucha a la hoja
Recuerda una anécdota especial: “Perdimos contra Toluca en México. Al final, dos de los jugadores rivales se acercaron y me dijeron: ‘Profesor, felicitaciones … ¡qué gran equipo!’ Estas son las momentos conmovedores que nos brinda el fútbol.”
Y en medio de todo esto, se encuentra Hoja, su refugio. “La gente me adoptó. Aunque Belén se estaba tragando la ciudad, en Hoja, Chichurus despierta con melodías. Es un espacio donde encuentro paz, recuerdos de infancia y la fuente de mi ser.“
Propósito: convence a los jugadores que pueden lograrlo
Ramrez tiene claridad sobre su misión dentro del fútbol. No ofrece garantías de títulos ni promete victorias ficticias. Sin embargo, confía en el proceso, en la fuerza de una visión clara.
“¿Qué consejo tienes para ofrecer? Siempre hay que aspirar a ganar el campeonato, pero lo más importante es cómo lograr que un grupo crea en ese objetivo. Hay que enfocarse durante el entrenamiento y transmitir la convicción de que sí es posible. Fomentar ese deseo tan intenso que se siente no solo en el aire, sino en cada uno de ellos.”
Su hijo Andrés está ahora a su lado, esperando en el auto y desempeñando el papel de analista de video. Pero antes de finalizar la entrevista, Ramrez dejó un final contundente de Padaguch que encapsula todo lo que siente:
“Es un vicio … pero uno de los buenos. El fútbol me necesita. Y aquí estoy. En mi casa”.
Ocar Ramrez volvió sin encontrar su camino, pero con la certeza de que su lugar siempre estaba en el campo. Con un aire renovado, un enfoque de granjero y el espíritu vibrante del rojo y negro, ha regresado. Lleva consigo el sueño de alcanzar la gloria que anhela para la liga y para su gente.