
Nicaragua otorga nacionalidad a los nicaragüenses que obtienen otra ciudadanía.
La Asamblea Nacional de Nicaragua aprobó el viernes otra reforma parcial a la constitución política que indica que los nicaragüenses “perderán su nacionalidad al nacer al obtener otra nacionalidad”. Este cambio legislativo, propuesto de manera urgente por Daniel Ortega y Rosario Murillo, quienes son cónyuges y co-presentadores del país, obtuvo el respaldo de 91 delegados durante una sesion especial del Parlamento. Esta reunión se llevó a cabo en la municipalidad de Niquinohomo, en el suroeste del país, con motivo de la conmemoración de los 130 años del Nacimiento del Señor de Nicaragua, una figura relevante en la historia del país entre 1895 y 1934.
La reforma constitucional establece en su artículo 23 que “los extranjeros pueden ser nacionalizados después de que hayan renunciado a su nacionalidad original”. Esto significa que la adquisición de una nueva nacionalidad implica necesariamente la renuncia a la anterior, creando un marco legal más restrictivo respecto a la dualidad de nacionalidades. En cuanto a los “centroamericanos de origen”, se especifica que los residentes de Nicaragua pueden optar por la nacionalidad nicaragüense sin tener que renunciar a su nacionalidad de origen, una consideración que podría facilitar la integración de estos ciudadanos.
Otro de los artículos reformados es el número 25, que establece ahora que “la nacionalidad nicaragüense se perderá cuando se obtenga otra nacionalidad”. Esta medida ha suscitado un debate considerable entre diversas organizaciones y en la opinión pública, dado que redefinir la nacionalidad puede tener implicaciones importantes para muchos nicaragüenses en el exterior.
Durante su presentación, Ortega y Murillo sostuvieron que “la nacionalidad no es solo un procedimiento administrativo, sino un tratado sagrado de lealtad”. Según su argumentación, aceptar otra nacionalidad y jurar lealtad a un estado diferente implica una ruptura del vínculo legal y moral con Nicaragua, planteando la necesidad de tener una postura firme en cuanto a las identidades nacionales. “Por lo tanto, hay estados soberanos que no permiten la doble nacionalidad. Nicaragua, en el ejercicio de su soberanía, debe asegurarse de que su ciudadanía no esté instalada por intereses extranjeros o en conflicto,” agregaron, enfatizando así su visión sobre la protección del estado-nación.
Ortega y Murillo creen que “la medida confirma que ser nicaragüense no es un título, sino un compromiso con la defensa de la independencia, la soberanía y la autodeterminación”. Además, añaden que optar por otra bandera es renunciar voluntariamente a su lugar en la patria de Sandino, la revolución y la historia nacional. Estos conceptos resaltan la narrativa nacionalista que el actual régimen impulsa.
El presidente del Parlamento, Gustavo Porras, quien dirigió la sesión especial transmitida por el canal parlamentario nicaragüense, afirmó que “el comandante Daniel y el compañero Rosario” habían encomendado la tarea de reformar dos artículos de la constitución política, calificando el proceso como “absolutamente democrático”.
Para que esta reforma entre en vigencia, será necesaria su aprobación en la siguiente legislatura, prevista para el próximo año, lo que sugiere que aún hay tiempo para el debate y la oposición en torno a estos cambios.
Una controvertida reforma profunda de la constitución
A mediados de febrero de 2025, Nicaragua implementó una reforma profunda que modifica la estructura misma del estado, eliminando el equilibrio de poderes y consolidando el poder en manos de Ortega y Murillo, generando inquietud entre la Organización de los Estados Americanos (OEA), Estados Unidos, el Parlamento Europeo y diversos sectores de la sociedad nicaragüense.
Entre las reformas se extiende el período presidencial de cinco a seis años, se establece la figura del ‘compañero presidente’, quien coordina el ejecutivo con los demás cuerpos del estado, que han dejado de llamarse poderes. Además, se legaliza la existencia de apatridios. Estas modificaciones son vistas por muchos como un intento de establecer un régimen más autoritario.
También se crean las ‘fuerzas militares de la Reserva Patriótica’ y la ‘Policía voluntaria’, que, según opositores, podrían funcionar como agrupaciones parapoliciales y paramilitares, aumentando la preocupación por el respeto a los derechos humanos en el país. Los legisladores de Ortega han modificado 148 de los 198 artículos de la Carta Magna, y han incluso derogado otros 37, incluyendo uno que prohibía la práctica de la tortura, lo que ha generado importantes críticas tanto a nivel nacional como internacional.
La bandera del Frente de Liberación Nacional Sandinista (FSLN) ha estado presente en el gobierno desde 2007, liderado por Ortega, quien, a los 79 años, ha estado en el poder desde 2007. Desde 2017, ha gobernado junto a su esposa Murillo, en un contexto marcado por acusaciones de fraude electoral y la eliminación de la oposición para evitar competencia en el ámbito político.
Con esta situación en el horizonte, la reflexión sobre la implementación de estas reformas y su impacto en la sociedad nicaragüense sigue siendo un tema candente.