
Su futura base estará fundamentada en dos tarjetas clave que prometen revolucionar el combate aéreo.



No es complicado imaginar un futuro repleto de innovaciones en la lucha aérea. Sin embargo, el verdadero desafío radica en la ejecución de tan ambiciosos planes. Esa es precisamente la motivación detrás del proyecto Tempest, un caza de sexta generación. Al contrario de otras aeronaves actuales, Tempest busca redefinir por completo la concepción del combate aéreo moderno. Este ambicioso proyecto, respaldado por el Reino Unido, Italia y Japón, se desarrolla bajo el marco del Programa Global Combat Air (GCAP), con objetivos que trascienden el mero desarrollo técnico. En su esencia, Tempest es una afirmación clara de la intención de los países involucrados de fortalecer su soberanía tecnológica y mejorar sus capacidades de defensa.
El camino hacia Tempest es anything but easy, y la Royal Air Force lo describe como un “Corazón y espíritu que están conectados a un sistema de combate de aire” capaz de integrar un conjunto diverso de sensores, armamento y datos en un solo flujo operativo. En términos más simples, Tempest no debe considerarse solamente como un avión convencional; es el hub de un complejo sistema que permite la comunicación entre múltiples tecnologías, lo que resulta en decisiones más rápidas y eficientes en tiempos críticos.
Un aspecto crucial en el diseño de Tempest es la autonomía. El proyecto busca alcanzar un rango “realmente extremo” que haga posible cruzar el Atlántico sin necesidad de reabastecimiento en el aire. En este momento, dicha autonomía es un objetivo de investigación más que una especificación inamovible. La idea es que esta capacidad permita la ejecución de operaciones más prolongadas, sin depender de la existencia de aviones cisterna, lo cual sería vital en escenarios donde es necesario penetrar territorio enemigo de forma eficaz y con la mínima dificultade posible.
Otro requisito fundamental es la capacidad de carga. Según declaraciones de funcionarios del Ministerio de Defensa del Reino Unido, el objetivo es que Tempest supere e incluso logre duplicar la capacidad del F-35 en términos de carga total. Aunque no hay cifras exactas disponibles, está claro que la ambición es que Tempest se convierta en una plataforma capaz de integrar una mayor cantidad de misiles y, a la vez, de contar con sensores y tecnologías de guerra electrónica avanzadas sin comprometer su perfil de sigilo.
La caza, el cerebro, los músculos y la red quieren ser
Desde sus fases iniciales, el diseño de Tempest ha estado intrínsecamente relacionado con la idea de un ecosistema digital. BAE Systems, Leonardo, Rolls-Royce y MBDA están trabajando conjuntamente en tecnologías que van más allá del fuselaje del avión. El programa incluye sistemas como Isanke (Sensores integrados y efectos no cinéticos) e ICS (comunicaciones), para formar una red inteligente entre cazas, drones y otros activos en el campo de batalla. El fin último es que el piloto posea una cantidad sin precedentes de información, contexto y opciones de respuesta frente a cualquier adversario.
Todo esto requiere enorme potencia. Esta energía no solo impulsa la aeronave, sino que también alimenta sus sistemas electrónicos. Así lo explica Rolls-Royce, resaltando el nuevo sistema de propulsión. Este no solo permitirá el movimiento del avión, sino que generará la energía necesaria para soportar sensores avanzados, sistemas de guerra electrónica y, potencialmente, armas láser. La arquitectura del caza será modular y abierta, preparada para recibir actualizaciones futuras, especialmente en un entorno donde la tecnología militar avanza a un ritmo acelerado.
Este enfoque también se extiende al proceso de fabricación del Tempest. El proyecto adopta técnicas de tecnología digital, automatización, modelado en tiempo real y simulación mediante gemelos digitales. El demostrador de tecnología, que fue construido en Warton, servirá para validar este enfoque. Según datos proporcionados por BAE Systems, más de la mitad de su peso estructural, que incluye fuselaje y alas, ya se encuentra en producción.
En adición a esto, el Ministerio de Defensa británico ha confirmado que parte de la tecnología desarrollada incluye la reutilización de componentes de aeronaves Tornado de forma experimental. El proyecto “Tornado 2 Tempest” ha logrado imprimir con éxito un cono de nariz y un componente para un motor de prueba. Esta iniciativa demuestra conceptos que buscan reducir costos, minimizar la dependencia de metales críticos y explorar nuevas rutas de fabricación utilizando materiales más ligeros y resistentes.
El capital humano es otro factor determinante en todo el proyecto. Más de 2,500 personas ya trabajan en el programa del Reino Unido, la mayoría de ellas son jóvenes ingenieros formados bajo la iniciativa Tempest. A medida que el progreso tecnológico avanza y se establecen colaboraciones internacionales, Tempest deja de ser un mero concepto para convertirse en una realidad palpable. Las expectativas son elevadas, y solo el tiempo dirá si se cumplirán. Todo está orientado a que Tempest será una cacería muy diferente de cualquier otra en la historia de la aeronáutica.
Fotos | Gcap
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