
En 2023, un grupo de exploradores descubrió una cueva remota en México, donde hallaron el tesoro arqueológico más reciente del país.


La innovadora idea que surgió de Adrián Beltrán y Yekaretina Katiya Pavlova, un espelólogo ruso y un experto mexicano en su respectiva especialidad, inicialmente se alejaba de los terrenos arqueológicos. En septiembre de 2023, ambos decidieron empacar sus equipos y aventurarse hacia la cueva de Tlayócoc, ubicada en el corazón de la Sierra de Guerrero, México, con el objetivo de mapear sus intrincadas galerías. Sin embargo, lo que comenzó como una exploración técnica se transformó en una extraordinaria aventura al descubrir un valioso tesoro arqueológico que había permanecido oculto por varios siglos.
Este descubrimiento no solo aporta nuevas luces sobre la historia, también recobra el legado de una etnia extinta, los tlacotepehuas.
En una cueva remota en México … La cueva Tlayócoc, situada en la impresionante Sierra de Guerrero, es reconocida por los abundantes recursos naturales que ofrece, entre ellos un suministro de agua fresca y un guano que los agricultores locales emplean para nutrir sus cultivos. Sin embargo, lo que no se conocía hasta la llegada de Beltrán y Pavlova a la cueva en septiembre de 2023 es que en sus profundidades también se oculta un tesoro arqueológico invaluable, que permite a los investigadores ampliar su comprensión de las culturas prehispánicas que habitaron la región.
Para llegar a este fascinante lugar, ambos expertos debieron recorrer 150 metros dentro de la cueva, navegando a través de pasajes angostos para finalmente alcanzar una amplia cámara que albergaba los hallazgos.
¿Qué hallaron allí? Dentro de esta misteriosa cámara, descubrieron dos pulseras hechas de mejillones, delicadamente dispuestas sobre estalagmitas. Cuando Pavlova realizó el hallazgo, su primera impresión fue que se trataba de basura, quizás de plástico. Sin embargo, al acercarse y examinar mejor estas piezas, se dio cuenta de que estaba ante algo mucho más significativo. “¡Fue increíblemente emocionante! Esta experiencia se asemeja a descubrir un pozo de más de 300 metros dentro de la cueva. Aquí realmente tuvimos suerte,” reconoció el cartógrafo ruso, con notable entusiasmo.
¿Y eso fue todo? No, el descubrimiento no culminó en esas pulseras. En la misma área se encontraron otros objetos, incluyendo otra pulsera, un gran caparazón, y fragmentos de rondas negras que recordaban a espejos de piritas. Pavlova tomó fotografías y elaboró algunas hipótesis sobre el posible origen de cada artefacto, aunque finalmente decidió dejar ese aspecto a los expertos en la materia. Reportó el descubrimiento a las autoridades locales, quienes se encargaron de asegurar que el sitio no sufriera saqueo. Recientemente, las autoridades decidieron solicitar al INAH que realice un nuevo registro de la cueva.
El acceso a la cueva no es sencillo, dado que se sitúa a una altitud de 2,387 metros. Para llegar a ella, es necesario atravesar un río, una carretera, e incluso encontrarse con la fauna local, como serpientes o pumas. Sin embargo, en marzo, un equipo de expertos logró registrar el lugar. Gracias a este esfuerzo, hoy poseemos un entendimiento más claro del tesoro arqueológico en la cueva Tlayócoc: 14 objetos prehispánicos, que incluyen pulseras y discos de piedra similar a los espejos de pirita.
Un descubrimiento misterioso. Los arqueólogos registraron un total de tres tipos de bracciones de conchas, un brazalete también de origen malacológico y el caparazón de un enorme caracol que, según los expertos, proviene de la especie Strombus sp.. Estos objetos están cuidadosamente trabajados y decorados, además de que se recuperó un fragmento de madera carbonizada y otros restos de objetos similares. En la cámara que observaron, los investigadores notaron que las estalagmitas habían sido retocadas durante el proceso de formación.
En cuanto al brazalete examinado, se confirmó que estaba elaborado con conchas de Triplofusus gigantus, las cuales fueron decoradas con grabados de símbolos y figuras antropomórficas, que incluían rostros, marcas en forma de “S” y líneas en zigzag. Estas marcas, junto con la disposición de los artefactos y la forma de las estalagmitas, impulsaron a los expertos a formular una teoría: la cueva podría haber tenido un propósito ritual. “Los símbolos y representaciones de los personajes en las pulseras pueden estar relacionados con la cosmogonía de las culturas prehispánicas en torno a la creación y la fertilidad”, comentó Cuauhtémoc Reyes, del Centro de Guerrero del INAH.
¿Por qué es relevante este hallazgo? Surge otra pregunta en torno no solo al qué, sino también al cuándo. Los arqueólogos han llegado a la conclusión de que las piezas halladas datan de una época cercana al periodo postclásico, y probablemente fueron depositadas en la cueva entre 950 y 1521 d.C., sugiriendo una conexión con la cultura tlacotepehua que habitó esta región en tiempos antiguos.
“Era una rama de los Tepuztecas, un antiguo grupo que vivió en las montañas y se dedicó al trabajo de los metales, de ahí el nombre,” manifestó una declaración del INAH. No obstante, también se han encontrado pulseras que tienen similitudes con otras piezas halladas en los depósitos de Guerrero y áreas circundantes.
“Descubrimiento de gran importancia”. Esta afirmación proviene de Pérez Negrete, quien reafirma la relevancia del hallazgo. “A través de la investigación del contexto de las piezas en la cueva, podemos interpretar cuestiones simbólicas y culturales, así como aspectos comerciales y sociales, que son fundamentales para caracterizar las sociedades prehispánicas que se establecieron en la Sierra de Guerrero”, agregó.
Los expertos también se enfrentan a la falta de información sobre la cultura tlacotepehua que se perdió en los inicios de la era virreinal. Además, el INAH subrayó que es la primera vez que sus expertos trabajan en la comunidad de Carrizal de Bravo, lo que marca un hito en la promoción de la conciencia y la preservación del patrimonio cultural en la región.
Fotos | Guerrero de Cinh y INAH (Katiya Pavlova)
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